La
transferencia y contratransferencia son dos términos fundamentales del
psicoanálisis. Fungen como pilares para la práctica clínica, ya que son una
parte fundamental de la relación analítica. Además, si bien son dos conceptos
diferentes, al mismo tiempo transferencia y contratransferencia son claramente
inseparables.
El
encuentro analítico da paso a una interrelación paciente-analista, en un
espacio donde se permite que el inconsciente circule lo más libremente posible.
Inicia en esa interrelación la dinámica entre la transferencia y
contratransferencia, por parte del paciente y del analista
respectivamente.
¿Qué
es la transferencia?
El
término transferencia no es exclusivo del psicoanálisis, sino que es utilizado
también en otros campos. Ahora, lo que sí parece existir es un denominador
común: alude a la idea de desplazamiento o sustitución de un lugar por
otro. Así, por ejemplo, puede observarse en las relaciones de médico-paciente o
alumno-maestro.
En
el caso del psicoanálisis, se comprende como la recreación de
las fantasías infantiles en donde su destino es la persona del analista. La
trasferencia constituye la superposición de algo anterior sobre algo actual,
convirtiéndose así en un ámbito privilegiado para avanzar en la dirección
de la cura.
¿Qué es la contratransferencia?
El
término contratransferencia es introducido por Freud en “Las perspectivas
futuras de la terapia psicoanalítica” de 1910. Se describe como respuesta
emocional del analista a los estímulos que provienen del paciente, como
resultado de la influencia de éste sobre los sentimientos inconscientes del
analista.
El
analista ha de estar atento a estos fenómenos que pudiesen ocurrirle por una
sencilla razón: Podrían convertirse en un obstáculo para la cura. Aunque
también existen autores que plantean que todo aquello sentido en
contratransferencia, que se sepa que no tiene nada que ver con el analista,
pueden ser devuelto o señalado al paciente.
Puede
que los sentimientos que suscite el paciente en el analista, al serle
devueltos, generen una toma de conciencia de los mismos o de mayor
entendimiento de lo que está sucediendo en la relación terapéutica. Algo
que quizás no había sido compartido con palabras hasta ese momento. Por
ejemplo, revivir una escena infantil y que el analista comience a sentir
tristeza; sin embargo, el paciente lo interpreta y vive como rabia.
El analista puede devolverle aquello que está sintiendo para que el paciente
establezca contacto con la emoción real que viene enmascarada con la
rabia.
VÍNCULO:
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